martes, 5 de agosto de 2014

Una vida de santidad

Lucas 24:13
24:13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.
La fe que Dios nos ha dado, no se va de nosotros, para ello debemos vivir por la fe.



Hay en las escrituras muchos ejemplos de siervo que fueron esforzados por sus maestros, para que su fe no naufragase.


Según nuestro carácter, temperamento, etc. nos juega malas pasadas. Por esos muchos hacen énfasis en la oración, la alabanza, los milagros, las actividades, etc. En Dios debemos movernos en toda su diversidad. Cristo debe ser en todas sus facetas, nuestra obsesión.
El miedo y el pecado, nos hace ver más de lo que en realidad está sucediendo. El pueblo de Israel veía en Goliat un enemigo fuerte, temible, desafiante y lleno de autoridad. Pero David sólo veía en Goliat un trozo de carne que estorbaba al pueblo de Jehová para avanzar.

Cuando llevamos largo camino con el Señor, es normal y necesario que él nos corrija y nos discipline (aunque no nos agrade).

En el camino cristiano no hay nunca de parte del Señor consolaciones a nuestra carne.
El guarda, cuida y corrige nuestra vida, para que obtengamos el premio de nuestro “supremo llamamiento”.

El Pastor no puede robar a las ovejas, a los miembros, pero tampoco los miembros deben robarle a Dios.
La predicación debe ir siempre acompañada del ejemplo de nuestra vida.

Si queremos que los demás beban de la abundancia de nuestra vida, tenemos que ser vasos transparentes y en santidad.
La fe que Dios nos da, no es exhibición sino que es para arrebatar el Reino de Dios ya que la Fe no tiene gusto, ni es agradable a los ojos.

Dios siempre se resguarda doce vasijas, doce cestas de pan, etc. para disfrutar después y seguir dando de comer y beber. Nosotros somos vasijas que Dios nos aparta para disfrutarnos después.

La Sangre de Cristo siempre tiene que ir acompañada de Santidad.

Nuestros padres terrenales nos transmiten su sangre al engendrarnos en el vientre de nuestras madres. Al igual que Cristo lleva la Sangre que era del Padre.

Nos mantiene vivos la fe y la esperanza. Pero por ellas debemos pelear y luchar.

Él nunca menosprecia a sus ''prisioneros'' (como Pablo decía: prisionero yo de Cristo).
Él sabe quien está herido por su causa.
Él no está con el tonteo o con los caprichosos evangélicos.

Apocalipsis 1:4,5
1:4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;

1:5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 
La honra hacia Cristo, siempre tiene que estar en la boca del predicador, aunque esto no guste a los religiosos, que quieren orden, suavidad, estudio de la letra que relaja la carne, etc.
Hemos sido comprados con su Sangre y esto nos rejuvenece.
A un hombre o mujer de fe todo lo que le viene son milagros o efectos naturales.

Efesios 5:26
5:26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 
El Señor para Santificar a su Iglesia le hizo pasar por el bautismo de agua y por el lavamiento de su sangre. Esto no sucede solo en un día, sino que es un proceso, de toda una vida. El bautismo de fe no es algo religioso sino que es un punto de partida para muchas cosas que debemos cumplir en Dios.

La entrega que ofreció Cristo fue para la santificación de la Iglesia. “La santidad nos trae frescura y nos acerca amigos”.

Juan 17:17
17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 
Somos santificados en la verdad de Cristo que es su Palabra. Él dijo: “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”

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